Memorias Maricas Transfronterizas del Rio San Juan
El Río San Juan tiene más de 180 km de longitud, de los cuales 122 km son el límite compartido entre Costa Rica y Nicaragua. Es el río más voluminoso de América Central y uno de los más largos. Es muy regular y es alimentado por gran cantidad de ríos que bajan de la Cordillera Volcánica Central de Costa Rica.
El Río San Juan es el límite fronterizo que divide los territorios de Costa Rica y Nicaragua. Es una frontera en constante disputa desde que existen ambas repúblicas. Es un espacio de tensiones que es compartido, pero al mismo tiempo, para cada imaginario nacional, el Río es muy distinto.
En conjunto representa las relaciones entre ambos países marcadas por la disputa territorial, la migración, la desconfianza mutua y la xenofobia. Para Nicaragua el Río simboliza posibilidades para el desarrollo, el progreso y la riqueza económica a través de la construcción de un canal interoceánico – un proyecto que de tanto en tanto vuelve a surgir-. Para Costa Rica el espacio fronterizo es distante y alejado, no existe un vínculo territorial ni simbólico de pertenencia, excepto que se cuestionen sus derechos sobre ese territorio. Se presenta como un símbolo de defensa identitaria cuando se implican políticas de protección ambiental.
El origen de esta tensión fronteriza no es endémico. La tensión fue sembrada y promovida por Estados Unidos al intervenir en la configuración de los límites en beneficio de sus propios intereses sobre el territorio. Mucho antes de la existencia del Canal de Panamá, el Río para el Norte, era una posibilidad comercial y de crecimiento económico, el territorio nicaragüense era un canal seco interoceánico en potencia. Los intereses de Estados Unidos, entonces, terminaron construyendo ese imaginario de rivalidad y disputa, crearon una chispa de tensión que no se ha extinguido del todo, doscientos años después.
Es por eso que con este proyecto deseamos visibilizar las líneas de continuidad, las cicatrices, los vínculos, lo compartido política e identitariamente, así como las resistencias cotidianas que suceden en ambos espacios y que nos acercan. La intención es narrar esta historia compartida desde una mirada LGTBI+, aunque sabemos que esos vínculos y cercanías mutuas, se pueden narrar desde muchas otras perspectivas. Esta ha sido nuestra apuesta.
Hemos construido esta memoria a partir de diversas fuentes, algunas experienciales, otras testimoniales y por supuesto, también históricas. Se materializa como una línea del tiempo, una cronología de eventos que forman una cicatriz y que transcurren bajo la forma del Río San Juan. A través de ella se narran tanto eventos y decisiones de orden político, como las consecuencias de esos eventos en las vidas de las personas, así como eventos que son hitos para la historia de la población LGTBI+ en ambos países.
Tomamos como punto de partida las experiencias que atraviesan y afectan las vidas de las personas que forman parte de las poblaciones sexualmente diversas, y las cruzamos con la migración y las disputas políticas, como una forma de dar cuenta de la memoria de la diversidad sexual.
La narración está acompañada por un archivo visual que contiene producciones artísticas realizadas por personas pertenecientes a la población LGTBI+ de ambos países. Estas producciones se relacionan con muchos de los momentos históricos presentes en esa línea del tiempo, o al menos funcionan como un marco de contexto y de visibilización sobre esa historia desde la mirada de la disidencia sexual, en una región enmarcada por el racismo, la colonialidad y la violencia.
De la misma forma que el Río nace en la costa pacífica y luego realiza un recorrido sinuoso pero constante hasta llegar a ramificarse, este territorio que ahora son dos países, tiene un mismo origen y una historia entrelazada. Mediante esas producciones visuales, se evidencian esos elementos comunes que nos permiten entender que es mucho más lo que nos acerca como pueblos y territorios desde los orígenes, que las diferencias políticas impuestas que nos distancian.
La vida y las experiencias de las personas LGTBI+ se muestran como un ejemplo de estos encuentros y el Río como una metáfora de nuestra memoria.